sábado, 7 de junio de 2008

Seguimos con el bondi!

Típico típico:



La señora frente a la cual te parás esperando su asiento no descenderá sino hasta una parada antes de que vos lo hagas, aunque pongas todos tus esfuerzos mentales en desarrollar una telekinesis que no poseés para despegar su pesado ojete de la cuerina. Sin embargo, la/el candidata/o a ser el amor de tu vida, indefectiblemente, siempre se bajará demasiado pronto. Así son las cosas.

Las mujeres siempre creen que uno las está apoyando. Para demostrarlo, no dicen nada, pero miran mal por encima del hombro.

En cada colectivo, por más vacío que transite, hay una señora rolliza con el cabello quemado por una mala permanente, teñida de un rubio completamente antinatural. En verano suelen ir ataviadas con musculosas de colores chillones.

Si de casualidad el vehículo está vacío y tenés la posibilidad de elegir asiento, pasarás unos quince segundos dudando, parado inmóvil en el medio del pasillo (sopesando mentalmente factores como “luz solar”, “distancia de la puerta”, etc.) para luego terminar escogiendo uno sobre el cual alguien comió un paquete de papas fritas o uno con un gigantesco chicle pegado debajo de la ventanilla.

Cualquier mínimo incidente que suceda (robo, choque, etc.) será aprovechado por una vieja como excusa para hablarte. Indefectiblemente dirá la frase “es un desastre”, refiriéndose a cualquier cosa que haya pasado.

Sacarse el abrigo cuando uno está sentado en el asiento del fondo requiere de una flexibilidad corporal sobrehumana. De no poseerla terminaremos manoseando incómodamente a nuestros vecinos.

El celular que suena nunca es el tuyo. Hasta que te ponés los auriculares.

Si el bondi está hasta la manija, sí o sí te sentás al lado de alguien cuyo culo ocupa un asiento y medio. Es un hecho científicamente comprobado.

Cuánto más tiempo lleves esperando por un asiento, más posibilidades habrá de que, cuando se desocupe uno, tengas una señora de unos 92 años parada al lado, mirándote con su mejor cara de “nene, me está matando la artrosis”.

Si hace calor, seguro pegás un asiento atrás de todo, justo arriba del motor. Si hay dos grados bajo cero, hay un 87% de probabilidades de que te sientes atrás de la puerta del medio, esa que se abre todo el tiempo dejando entrar el chiflete.

Si es de noche y necesitás leer algo, justo el tubo de arriba tuyo está quemado. Y si no, un gordo inmenso te hace sombra.

Si lográs ubicarte en una de las cuatro primeras filas de asientos, jamás durarás sentado más de tres paradas. Quizás logres eludir a una señora mayor recostándote sobre la ventanilla y entrecerrando los ojos, pero inmediatamente después subirá una embarazada o un viejo sin piernas y te verás obligado a cederle el asiento. No lo olvides: mejor quedarse parado que sentarse en las cuatro primeras filas.




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